Porque la prefiero, la pondero, sobre todas las demás.
El ser humano no ha llegado a crear nada superior a esta, es la prueba de la divinidad humana. La belleza en su máximo esplendor.
En una sola sinfonía puede arrastrar a la persona por todos los estados de ánimo y sentimientos.
Cómo si las neuronas estuviesen en un océano, dejándose llevar por las olas; que llenan el cuerpo de energía que eriza la piel. De la tristeza a la alegría, de la calma a la euforia.
Donde los coros, que de las palabras hacen un instrumento más, llevan la mente cual vuelo de pájaro. Cuando empiezan a llegar a los tonos más altos (agudos) es como si pretendieran alcanzar el sol para luego dejarse caer y retomar planeando.
Cuando el conjunto de los instrumentos transportan a lugares y tiempos perdidos.
De días primaverales a noches invernales. De un estado plácido a una majestuosa tormenta. De un amor infinito a una muerte triunfante y gloriosa.
Todas esas vibraciones llenando la totalidad del cuerpo, mente y espíritu; empezando a comprender el lenguaje universal.
Texto: Melanie Köhle
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