"La composición de los arrastrados por aquella poderosa riada, y
llevados medios muertos al Archipielago, era tan abigarrada, tan
fantástica, que quien buscara una lógica científica debería devanarse
mucho los sesos. (Menos aún entendían los contemporaneos.)
La
única ley por la que se regían entonces los encarcelamientos era la de
las cifras asignadas, las facturas, el amillaramiento... Cada ciudad,
cada distrito, cada uniad militar recibía unas cifras que debían cumplir
en una fecha determinada. Todo lo demás dependía de la agilidad de los
agentes.
Alexandr Kalganov, un ex hequista, recuera que a Tashkent
llegó un telegrama: -Manden docientos.- Ellos acababan de hacer una
limpieza y no sabían de dónde sacar "más". De los distritos trajeron a
medio centenar. Idea! A los detenidos por la milicia por delitos
comunes, transferirlos al artículo 58. Dicho y heho. Pero la cifra no se
había alcanzado aún. Llamaron a la milicia: -que hacemos?- En una plaza
de la ciudad los gitanos montaron descaradamente su campamento. Idea!
Los rodearon y a todos los varones entre los diecisiete y los sesenta
los mandaron como si fueran del artículo Cincuenta y Ocho. Y cumplieron
el plan."
Achipielago Gulag, Alexander Solzenitsyn
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